La generación Z, que ha crecido con los videojuegos y los
teléfonos móviles, ha ganado aptitudes cerebrales en lo que se refiere a la
velocidad y los automatismos.
La generación Z, apresurada, pragmática, autónoma y
testaruda. Están decididos a construirse una vida alejada de los códigos y de
las aspiraciones de sus mayores. Son mutantes, como los llaman algunos
investigadores fascinados por su fusión con el mundo digital. Navegan en varias
pantallas y están acostumbrados al todo, ahora mismo, en todas partes. Les
resulta normal pagar mucho dinero por el teléfono inteligente más reciente,
pero también conseguir de manera gratuita películas y música en la red.
Adoptan las modas que se propagan por Internet en todo el
planeta. Su vocabulario está lleno de acrónimos y de anglicismos.
Como ninguna otra, la generación Z, conformada por más de
2.000 millones de adolescentes y jóvenes que nacieron a partir de 1995 y
crecieron en la era de internet, viven y respiran en entornos digitales. En
ellos no solo se comunican, socializan y se entretienen, también aprenden,
apalancados en las herramientas que la web les provee.
Estos ‘mutantes’, como los llaman algunos investigadores
fascinados por su fusión con el mundo digital, están decididos a construirse
una vida alejada de los códigos y de las aspiraciones de sus padres y del resto
de mayores que los rodean, incluso en campos vitales como la educación. Mientras
muchos adultos de hoy se ufanan de haber estudiado largas y tradicionales
carreras presenciales en universidades, los Z se inclinan por el
autoaprendizaje permanente en línea y por la búsqueda de programas que sean
afines a sus gustos y dinámicas personales.